La Baliza Eterna

Capítulo 1: El Amanecer de la Luz Amarilla

El 1 de enero de 2026, España despertó con un resplandor colectivo. Millones de balizas V16 conectadas parpadearon al unísono en los maleteros de los coches, como si el país entero hubiera decidido celebrar el Año Nuevo con una fiesta de luces intermitentes. El Gobierno lo llamó «el salto cuantico en seguridad vial». La DGT lo proclamó «el fin de los atropellos innecesarios». Los conductores lo llamaron «el cacharro obligatorio».

En Madrid, Juan Pérez, un taxista de toda la vida, colocó su baliza nueva en el techo de su viejo Seat durante una avería simulada en la M-30. «Mira qué moderna», pensó, mientras la luz amarilla iluminaba la niebla matutina. No tuvo que bajar del coche. No tuvo que caminar 50 metros con el triángulo. Se sintió seguro. Moderno. Europeo.

Pero en una curva cerrada de la A-6, María López no vio la baliza de un camión averiado hasta que fue demasiado tarde. La luz, brillante de noche, se perdía en la luz diurna como un intermitente olvidado. El choque fue leve. Nadie murió. Aún.

Capítulo 2: La Gran Migración Luminosa

Los primeros meses de 2026 fueron caóticos. Las carreteras se llenaron de balizas parpadeantes, pero también de confusión. Muchos conductores habían comprado las V16 «antiguas», las no conectadas, pensando que valían. La DGT envió cartas: «Actualice su dispositivo o sea multado». Las tiendas devolvieron millones de euros en balizas obsoletas. Los fabricantes rieron camino al banco.

El Ministerio de Tráfico organizó campañas: «¡La baliza salva vidas! ¡No salgas del coche!». Pere Navarro, director eterno de la DGT, apareció en televisión sonriendo: «Hemos reducido los riesgos. España es referente mundial».

Pero las estadísticas empezaron a hablar. En zonas con curvas, lluvia o niebla, las balizas se veían a 50 metros en día claro. Menos que un triángulo bien colocado. Los accidentes por alcance aumentaron un 15% en los primeros trimestres. «Coincidencia», dijo la DGT. «Falta de adaptación», añadieron los expertos oficiales.

Un grupo de guardias civiles anónimos filtró un informe: «En curvas cerradas, la baliza es invisible hasta el impacto». Lo llamaron fake news.

Capítulo 3: Las Sombras Parpadeantes

Para verano de 2026, las carreteras parecían discotecas abandonadas. Balizas olvidadas en techos, baterías muertas, conexiones fallidas en zonas sin cobertura. Un conductor en Galicia activó su V16 en un túnel remoto. La luz brilló. La conexión no. Nadie recibió la señal. Murió atropellado al salir a colocar… un triángulo viejo que llevaba por si acaso.

Las muertes por colisiones secundarias subieron. No tanto como los atropellos al colocar triángulos en el pasado, pero suficientes. La prensa oficial: «Transición normal». La prensa crítica: «Legislación temeraria».

En un pueblo de Andalucía, un abogado llamado Luis Toribio fundó el sitio legislaciontemeraria.com. Publicó datos: «La V16 no avisa al 112. No se ve en día. Prioriza el negocio conectado sobre la seguridad real». Miles lo siguieron. La DGT lo bloqueó en sus redes. «Desinformación», dijeron.

Capítulo 4: El Gran Colapso

Otoño de 2026. Una ola de averías masivas por una tormenta eléctrica. Miles de coches parados. Balizas activadas. La plataforma DGT 3.0 colapsó por sobrecarga. Las ubicaciones no llegaron a los paneles. Ni a los navegadores. Conductores recibieron avisos fantasma: «Peligro a 500 km».

En la AP-7, una cadena de choques: 47 vehículos, 12 muertos. Las balizas parpadeaban inocentes en los techos, pero los coches venían a 120 km/h sin aviso previo. Los supervivientes gritaron: «¡Con triángulos hubiéramos visto antes!».

Las muertes totales superaron las del año anterior. La DGT: «Correlación no es causalidad». Pero el pueblo murmuraba: «Nos obligaron a esto por nada».

Capítulo 5: La Rebelión de los Triángulos

Ciudadanos empezaron a llevar triángulos escondidos. «Por si acaso». Multas llovieron: 80 euros por «señalización ilegal». Algunos las pagaron sonriendo. Otros las recurrieron.

Luis Toribio organizó una querella colectiva. «Homicidio imprudente por prevaricación». Acusaron a la DGT de saber los riesgos: visibilidad limitada de día, fallos en curvas, sobrecarga del sistema. «Legislación impulsiva, sin estudios profundos. Priorizó la ‘modernidad conectada’ sobre vidas».

Miles firmaron. Jueces archivaron las primeras. «No hay causalidad directa». Pero una filtración: correos internos de la DGT admitiendo «problemas conocidos en luz diurna».

Las manifestaciones: conductores colocando triángulos viejos en plazas, desafiantes. «¡Devuélvannos la seguridad real!».

Capítulo 6: El Juicio de las Luces

  1. El gran juicio. Pere Navarro en el banquillo, no como acusado, sino como testigo. «Actuamos por el bien común. Redujimos atropellos al colocar señales».

El fiscal: «¿Y aumentaron las colisiones por mala visibilidad?».

Defensa: «Progreso tiene costes».

Testigos: familias de víctimas. Un bombero: «En curvas, la baliza es un adorno mortal».

Toribio: «Es legislación temeraria: imprudente, arriesgada, superficial. Ignoraron expertos que advertían».

El juez: absolución por «falta de dolo». Pero el daño estaba hecho. La opinión pública viró.

Capítulo 7: La Caída Parpadeante

  1. El Gobierno, presionado, permitió de nuevo los triángulos como «complemento opcional». Las balizas conectadas quedaron como «recomendadas». Ventas colapsaron. Fabricantes demandaron al Estado por «daño económico».

Las estadísticas finales: más muertes netas que antes. La DGT cambió de director. El sitio legislaciontemeraria.com se convirtió en referencia. «Una ley absurda, distópica, que priorizó la tecnología sobre la realidad».

Las carreteras volvieron a ver triángulos rojos. Sencillos. Visibles. Sin conexión.

Epílogo: La Luz Apagada

En 2030, Juan Pérez, el taxista, guarda su baliza V16 en el maletero como recuerdo. «Era bonita la idea», dice a sus pasajeros. «Pero las ideas modernas no siempre salvan vidas».

En algún servidor olvidado, la plataforma DGT 3.0 sigue recibiendo señales fantasma de balizas muertas. Parpadean eternamente en la nada.

Y España aprendió: la verdadera seguridad no necesita conexión. Solo sentido común.

Fin.

¡Viva España!