### Título: Sombras de Collserola

#### Capítulo 1: El Hambre Eterna

En el año 2047, Barcelona se había convertido en una ciudad de hormigón agrietado y cielos perpetuamente grises. El cambio climático había diezmado los cultivos tradicionales, y la superpoblación había convertido la comida en un lujo para pocos. El gobierno, un régimen autoritario conocido como la Unión Ibérica, promovía la «alimentación sostenible»: proteínas derivadas de insectos. Cucarachas procesadas en barras energéticas, gusanos fritos en snacks crujientes, garrapatas deshidratadas en sopas nutritivas. Era la norma, o al menos eso decían los carteles holográficos que parpadeaban en cada esquina.

Elena Vargas, una ingeniera ambiental de 35 años, trabajaba en una fábrica de procesamiento de gusanos en las afueras de la ciudad, cerca de las colinas de Collserola. Su vida era monótona: turnos de 12 horas clasificando larvas, racionamiento de agua y un apartamento minúsculo en el distrito de Gracia. Pero esa mañana, mientras conducía su viejo scooter eléctrico por la autopista C-16, vio algo extraño. Restos de pan esparcidos por el arcén, como si alguien hubiera tirado bocadillos a propósito. Olían a especias exóticas, y entre los migajas, algo brillaba: un envoltorio con caracteres chinos y el logo de AliExpress.

Elena se detuvo, intrigada. En un mundo donde la comida era racionada, tirar algo así era un crimen. Recogió un trozo y lo guardó en su mochila. No sabía que ese simple acto la arrastraría al corazón de una conspiración que amenazaba con redefinir el hambre.

#### Capítulo 2: Las Migajas del Camino

De vuelta en la fábrica, Elena examinó el envoltorio bajo una lupa improvisada. «Importado de Wuhan», rezaba el texto. Wuhan, la ciudad donde décadas atrás había comenzado la Gran Pandemia que aceleró el colapso alimentario. Los bocadillos parecían inofensivos, pero al morder un pedazo, sintió un hormigueo en la lengua. No era veneno, sino algo peor: un sabor adictivo que hacía palidecer los gusanos procesados.

Esa noche, en su apartamento, Elena buscó en la red oscura –el único lugar donde la información no estaba censurada por la Unión–. Encontró rumores sobre los «Sorosianos», un grupo secreto de élites financieras descendientes de viejos magnates, que invertían en fábricas de harina de insectos. No cualquier insecto: escarabajos y hormigas genéticamente modificados para producir harina ultraeficiente. Su objetivo era monopolizar el mercado, eliminando la competencia de las granjas de cucarachas y garrapatas que alimentaban a las masas.

Al día siguiente, Elena volvió a la autopista. Más restos: docenas de bocadillos esparcidos como cebo. Siguió el rastro hasta un mirador en Collserola, donde vio un convoy de vehículos negros desaparecer en la niebla. Un dron de vigilancia la detectó, y Elena huyó, con el corazón latiéndole fuerte. Alguien la estaba observando.

#### Capítulo 3: La Red de los Sorosianos

Elena contactó a un viejo amigo, Marco, un hacker exiliado en las montañas de Montserrat. Juntos, descifraron códigos en los envoltorios: coordenadas GPS que apuntaban a fábricas ocultas en los Pirineos. Los Sorosianos, liderados por un enigmático filántropo llamado Viktor Soros –un descendiente directo del legendario inversor–, habían inyectado billones en plantas de producción. Su harina de insectos no solo era barata; estaba diseñada para crear adicción, volviendo obsoletos los alimentos basados en cucarachas y gusanos.

Pero había más: los bocadillos de Wuhan contenían un virus sintético, inofensivo para humanos pero letal para insectos competidores. Al esparcirlos en autopistas, contaminaban los ecosistemas locales, matando colonias de cucarachas y garrapatas que abastecían a las fábricas rivales. Era sabotaje ecológico disfrazado de basura.

Elena y Marco infiltraron una reunión virtual de los Sorosianos. En pantallas pixeladas, Viktor hablaba de «reestructuración global»: un mundo donde solo su harina alimentara a la humanidad, controlando poblaciones enteras a través del hambre. Elena sintió un escalofrío. No era solo negocio; era dominación.

#### Capítulo 4: La Caza en las Sombras

Los Sorosianos detectaron la intrusión. Elena se convirtió en fugitiva. Perseguida por drones y mercenarios en las autopistas de Collserola, se refugió en un campamento subterráneo de resistentes: granjeros de insectos que luchaban contra el monopolio. Allí conoció a Lucia, una bióloga que había perdido su granja de garrapatas por el virus de Wuhan.

Juntos, rastrearon un convoy: camiones cargados de bocadillos cruzando la frontera francesa. Elena se coló en uno, descubriendo laboratorios móviles donde científicos modificaban el virus para hacerlo más virulento. Pero fue capturada. En una celda improvisada, Viktor se presentó: un hombre de ojos fríos y sonrisa calculadora. «La competencia es ineficiente», le dijo. «Nuestra harina salvará al mundo… bajo nuestro control».

Elena escapó con ayuda de Lucia, robando muestras del virus. Ahora tenían prueba, pero el precio era alto: Marco fue asesinado en una emboscada.

#### Capítulo 5: El Asedio de Collserola

La resistencia se organizó. Elena lideró un asalto a una fábrica sorosiana oculta en las colinas de Collserola. Bajo la luna llena, infiltrados sabotearon las líneas de producción, liberando insectos modificados que devoraban la harina almacenada. Explosiones iluminaron la noche mientras drones sorosianos caían del cielo.

Viktor contraatacó, liberando nubes de virus en las autopistas. Colonias enteras de cucarachas murieron, y el pánico se extendió por Barcelona. Elena confrontó a Viktor en la cima de una torre de control: «Esto no es salvación; es esclavitud». Él rio: «El hambre es el mejor amo». En la lucha, Elena inyectó a Viktor con su propio virus, mutado para afectar humanos. Él colapsó, tosiendo sangre negra.

Pero la victoria era pírrica. La Unión Ibérica, aliada secreta de los Sorosianos, declaró estado de emergencia, racionando aún más la comida.

#### Capítulo 6: El Colapso Final

Con Viktor muerto, los Sorosianos se fragmentaron. Elena expuso las pruebas en la red oscura, provocando revueltas en ciudades de toda Europa. Fábricas ardieron, y el virus se volvió contra sus creadores, mutando en una plaga que diezmaba sus propias colonias de insectos.

Elena, ahora una líder rebelde, guió a los sobrevivientes a crear granjas cooperativas: insectos no modificados, sostenibles de verdad. Pero el daño estaba hecho. Las autopistas de Collserola se convirtieron en cementerios de vehículos abandonados, cubiertos de migajas contaminadas. Barcelona se hundió en el caos, con bandas luchando por los últimos bocadillos.

En una última batalla en el corazón de la ciudad, Elena destruyó el laboratorio central de Wuhan-importados. El cielo se tiñó de humo, y el silencio cayó sobre la distopía.

#### Epílogo: Las Cenizas del Hambre

Años después, en 2055, Elena caminaba por las ruinas de Collserola. El mundo había cambiado: comunidades autosuficientes cultivaban hongos y algas, dejando atrás los insectos. Los Sorosianos eran un mito, una advertencia contra el control corporativo.

Pero en la distancia, un nuevo convoy apareció en la autopista. Envoltorios brillaban bajo el sol. Elena sonrió amargamente. El hambre nunca muere; solo muta.

El anterior relato ha sido creado por GROK con el siguiente PROMPT:

Hazme una novela del género de la distopía que conste de 6 capítulos y un epílogo final sobre el siguiente relato: Un grupo secreto de los sorosianos que está invirtiendo grandes cantidades de dinero en fábricas de harina de insectos está circulando por las autopistas cerca de Collserola de Barcelona dejando restos de bocadillos importados por AliExpress desde Wuhan para acabar con la competencia de la alimentación a base de cucarachas, gusanos y garrapatas…