Acabo de poner el siguiente tuit:
FACUA está haciendo una acción paralela del Globalismo del CONTROL obstaculizando el fondo del asunto. Es una cortina de humo para TAPAR el fo do del asunto: la geolocalización de las personas a través de sus coches.
— Luis Toribio Troyano (@toribio_troyano) December 3, 2025
Te engañan cada vez más.
A tomar por culo, FACUA!…
La DGT es pillada con el carrito de los helados
A ver, GROK, escríbeme una novela del género del absurdo y la distopía de 5 capítulos y 1 Epílogo final, con título «La DGT es pillada con el carrito de los helados» y con el tema siguiente.
Las balizas DGT han sido diseñadas para facilitar el control total de las personas por órdenes de élites globalistas. La DGT contrada a un parado podemita, de nombre Ivan Vega, para que idee una máquina diabólica, con una SIM incluida para, llevar la misión de la geolocalización de las personas a través del engaño de siempre de los globalistas «lo hacemos por ti» y «no tendrás nada y serás feliz».
El engendro de la baliza V16 diseñada por un inútil podemita, que vive gracias a una ayuda de los sorosianos, es tal que todo el mundo se da cuenta de los verdaderos fines del invento sorosiano, de controlar a la población mundial con la tapadera de que es un dispositivo para tu seguridad y la prevención de accidentes.
Entonces, otra ONG sorosiana, de nombre FACUA entra en juego para «DESPISTAR» y acusar a la DGT de intentar «estafar» con balizas no homologadas para «tapar» su verdadero fin: EL CONTROL TOTAL.
Todas esas actuaciones de las ONG fantasmas de los sorosianos, sorosianas y sorosianes actúan en paralelo con bandas dedicadas a la okupación y el cultivo de marihuana y financiadas con criptomonedas como el bitcoin
# La DGT es pillada con el carrito de los helados
## Capítulo 1: El Contrato del Parado Podemita
En un Madrid distópico donde los semáforos parpadeaban con ojos electrónicos y los peatones eran escaneados por drones disfrazados de palomas, la Dirección General de Tráfico (DGT) operaba desde un búnker subterráneo decorado con posters de «Lo hacemos por ti». El director, un hombrecillo calvo con gafas de realidad aumentada, convocó a Ivan Vega, un parado crónico afiliado a Podemos, que sobrevivía gracias a una subvención misteriosa de los «sorosianos» – esa élite globalista que prometía un mundo donde nadie poseía nada, pero todos sonreían como en un anuncio de dentífrico.
Ivan llegó en un patinete eléctrico prestado, con el pelo grasiento y una camiseta que decía «No tendrás nada y serás feliz». El director le extendió un contrato: «Necesitamos una baliza revolucionaria, la V16. Debe tener una SIM para… eh… seguridad vial. Geolocalización para prevenir accidentes. Lo hacemos por ti, Ivan.»
Ivan, que no había diseñado nada en su vida salvo excusas para no trabajar, asintió. «Claro, jefe. Pondré una SIM que rastree todo: velocidad, ubicación, pensamientos si es posible. ¿Financiado por Soros? Genial, mi ayuda viene de ahí.» Firmó con un garabato que parecía un símbolo anarquista. Así nació el engendro: una baliza que parecía un juguete de AliExpress, con luces LED que parpadeaban como un código Morse para «Control total».
## Capítulo 2: El Engendro Revelado
La V16 fue lanzada con fanfarria. Anuncios en todas las pantallas: «¡Por tu seguridad! Geolocaliza tu coche para que no te pierdas… ni nosotros a ti.» Pero Ivan, en su ineptitud podemita, había hecho un trabajo tan chapucero que la baliza emitía un zumbido constante, como un mosquito borracho, y enviaba notificaciones al móvil: «Estás en el supermercado. ¿Comprando comida no sostenible? Recuerda: no tendrás nada y serás feliz.»
La gente se dio cuenta enseguida. Un conductor en Barcelona gritó: «¡Esto no es una baliza, es un espía sorosiano!» En redes, memes explotaron: balizas con caras de Soros sonriendo. Un mecánico abrió una y encontró la SIM conectada a servidores en Wuhan. «¡Es para controlarnos! ¡La agenda 2030 en miniatura!» El absurdo era palpable: la baliza se activaba sola en atascos, enviando datos a «élites globalistas» mientras prometía prevención de accidentes. Ivan, desde su sofá subsidiado, tuiteaba: «Funciona perfecto. Lo hacemos por vosotros.»
## Capítulo 3: La Distracción de FACUA
Cuando el escándalo creció, entró en escena FACUA, una ONG sorosiana disfrazada de defensora del consumidor. Su líder, una mujer con moño perfecto y sonrisa plástica, convocó una rueda de prensa: «¡La DGT estafa! Estas balizas no están homologadas. ¡Exigimos devolución!» Pero era un despiste magistral. Mientras acusaban de «estafa vial», tapaban el verdadero fin: el control total vía geolocalización.
La prensa, controlada por sorosianos, amplificó: «¡Escándalo en la DGT! Balizas defectuosas.» Nadie mencionaba la SIM espiando. Ivan, ahora héroe involuntario, recibió más ayudas: «Buen trabajo distrayendo,» le escribió un anónimo. FACUA organizaba protestas absurdas: gente con balizas en la cabeza gritando «¡No a la estafa!», mientras drones grababan todo. En paralelo, bandas de okupas –financiadas por Bitcoin de minas sorosianas– invadían garajes, plantando marihuana en coches abandonados. «Es por la sostenibilidad,» decían, fumando joints con forma de V16.
## Capítulo 4: Las Bandas Paralelas
En las sombras de Collserola, bandas okupas operaban como engranajes de la máquina globalista. Financiadas con Bitcoin minado en cuevas chinas, cultivaban marihuana en casas okupadas, disfrazada de «agricultura ecológica». Su líder, un tipo con dreadlocks y wallet cripto, coordinaba con FACUA: «Mientras distraen con balizas, nosotros controlamos el terreno. Geolocaliza a los disidentes vía SIM, y nosotros les plantamos hierba para incriminarlos.»
Ivan, ahora infiltrado en una banda, diseñaba «balizas okupas»: dispositivos que hackeaban coches para redirigirlos a cultivos ilegales. El absurdo escalaba: un atasco en autopista se convertía en fiesta rave con marihuana gratis, mientras balizas zumbaban «Estás controlado. Sé feliz.» La DGT, pillada, emitía comunicados: «Es un malentendido. Lo hacemos por ti.» Pero un whistleblower –un heladero ambulante– filtró emails: «Objetivo: control total. Usad el carrito de los helados como tapadera.»
## Capítulo 5: El Colapso Absurdo
El clímax llegó en una manifestación masiva. Miles marchaban con balizas V16 como antorchas, gritando «¡Abajo el control sorosiano!» FACUA intentaba redirigir: «¡No, es estafa, no control!» Pero Ivan, en un arrebato de conciencia podemita, hackeó el sistema: todas las balizas emitieron un mensaje global: «Somos espías. No tendrás nada… excepto libertad si las apagas.»
Caos: coches geolocalizados se rebelaron, conduciendo solos a sedes de ONGs. Bandas okupas, high en su propia marihuana, confundieron balizas con helados y las comieron. Bitcoin colapsó por un glitch sorosiano. La DGT, expuesta, huyó en un carrito de helados literal, perseguida por drones paloma. El mundo distópico se tambaleaba en absurdo: ¿control o helado?
## Epílogo: El Helado Derretido
Años después, en un mundo donde balizas V16 eran reliquias de museo, Ivan Vega vendía helados en una playa. «Lo hice por mí,» murmuraba. FACUA se disolvió en un escándalo de Bitcoin lavado. Las élites globalistas, pilladas con el carrito, prometieron: «Próximo invento: drones de felicidad.» Pero la gente, ahora despierta, respondía: «No gracias. Tendremos todo… y seremos libres.» El zumbido de las balizas se convirtió en eco de risa absurda, recordando que el control total siempre se derrite bajo el sol de la verdad.
Deja una respuesta