¡La esclavitud multinivel del Globalismo!

Capítulo 1: La Isla de los Sueños Reciclados

En la vasta extensión de la Isla, un paraíso flotante conocido como la Unión Europea, los ciudadanos vivían en un eterno ciclo de rutinas absurdas. Cada mañana, al sonar el himno oficial –una versión remixada de «Oda a la Alegría» con beats electrónicos y coros de influencers– todos se levantaban de sus camas ecológicas hechas de plásticos reciclados de botellas de agua mineral importada de Fiji. La Isla era un mundo «virtual» donde el sol salía puntualmente a las 9:00 AM, regulado por algoritmos de Bruselas, y las nubes eran proyectadas en pantallas gigantes para simular cambio climático controlado.

Los «secuestrados» –es decir, los europeos comunes– creían que su vida era un lotería constante. «¡Has ganado el sorteo de la sostenibilidad!», anunciaban altavoces invisibles, premiando a alguien con un bono para comprar tofu orgánico o un viaje en tren eléctrico a ninguna parte. Pero en realidad, eran marionetas de las élites mundiales, que observaban desde torres de marfil en Davos, riendo mientras manipulaban los hilos de la deuda pública. Un día, un ciudadano llamado Eurobob, un oficinista de mediana edad con bigote reglamentario, se despertó con una duda absurda: «¿Por qué mi café sabe a agenda 2030?». Nadie respondió, porque preguntar era considerado «desinformación climática».

Capítulo 2: La Bruja y sus Cinco Payasos

Al mando de esta pantomima estaba Von der Brujer, una figura etérea con gafas de diseño y un aura de burocracia invencible. Se rumoreaba que había nacido de un tratado fallido entre la OTAN y un algoritmo de IA, y su palacio en la cima de la Isla era un laberinto de pasillos infinitos llenos de papeles sellados con estrellas doradas. Von der Brujer no caminaba; flotaba en una nube de CO2 neutralizado, dictando órdenes como: «¡Aumenten las cuotas de diversidad! ¡Todo debe ser inclusivo, hasta los tornillos de los puentes!».

Sus lugartenientes eran los «5 Magníficos», un quinteto de exdelincuentes comunes ascendidos a semidioses por arte de birlibirloque globalista. Sánchez, el español con sonrisa perpetua, era experto en promesas vacías; robaba ideas de discursos antiguos y las vendía como «progresismo». Micron, el francés diminuto, bailaba ballet diplomático mientras incendiaba pensiones con decretos invisibles. Starmer, el británico tieso como un fish and chips rancio, aplicaba multas por «pensamientos no woke». Merz, el alemán cuadrado, calculaba todo en euros decimales, incluyendo las almas. Y Zelenski, el ucraniano con chaleco antibalas de moda, pedía «ayuda humanitaria» para comprar yates invisibles. Juntos, formaban un circo absurdo donde las reuniones terminaban en bailes folclóricos obligatorios, y las decisiones se tomaban lanzando dados con caras de banderas nacionales.

Capítulo 3: La Rutina de la Esclavitud Dulce

La vida en la Isla era un torbellino de absurdos. Los europeos trabajaban en fábricas de «innovación verde», ensamblando paneles solares que funcionaban solo con luz de luna llena. Al mediodía, se les obligaba a participar en «sesiones de empatía colectiva», donde debían abrazar árboles virtuales en apps de realidad aumentada. «¡Siente el dolor del planeta!», gritaba Von der Brujer por megafonía, mientras sus elites sorbían cócteles en yates voladores.

Pero la esclavitud era multinivel: los ciudadanos pagaban impuestos para subsidiar a las elites, que a su vez les daban «regalos» como vacunas experimentales contra el aburrimiento o cursos obligatorios de «descolonización mental». Eurobob, nuestro héroe involuntario, un día intentó rebelarse comiendo una hamburguesa no vegana. Fue castigado con una semana de «reeducación woke», donde aprendió que el género era un espectro infinito y que los pronombres eran la nueva moneda. «¡Yo soy elle/ella/ello/eco!», balbuceaba al salir, confundido pero complacido.

Capítulo 4: Los Esclavos de Segunda Mano y la Trampa Woke

Para mantener el engaño, las elites introdujeron a los «esclavos de segundo nivel»: inmigrantes ilegales traídos en barcos fantasma desde horizontes lejanos. «¡Bienvenidos a la diversidad multinivel!», proclamaban los 5 Magníficos, asignándoles trabajos absurdos como «curadores de memes culturales» o «expertos en fusión gastronómica woke». Los europeos, ya esclavizados, ahora competían con estos nuevos peones en un juego piramidal: «Invita a tres inmigrantes y gana un bono de tolerancia».

La confusión era total. Eurobob se encontró debatiendo con un inmigrante llamado Migrando sobre quién era más oprimido. «¡Yo pago impuestos para tu subsidio!», gritaba Eurobob. «¡Y yo cruzo mares para tu diversidad!», respondía Migrando. Von der Brujer reía: la trampa woke era perfecta, un laberinto donde todos eran víctimas y verdugos, bailando al ritmo de himnos inclusivos mientras las elites contaban billetes digitales. Un día, un inmigrante inventó un baile llamado «Woke Waltz», que obligaba a todos a girar en círculos infinitos, simbolizando la esclavitud circular.

Capítulo 5: El Despertar Absurdo

El clímax llegó cuando Eurobob, en un sueño inducido por exceso de tofu, vio la verdad: la Isla no era un paraíso, sino una burbuja flotante atada a cables de deuda global. Reunió a un grupo de disidentes –un panadero francés, una profesora alemana y un pescador español– para un plan ridículo: hackear el sistema con un virus de «sentido común». Pero los 5 Magníficos contraatacaron con un «festival de unidad», donde obligaron a todos a cantar «Kumbaya» en 27 idiomas mientras comían insectos gourmet.

En el caos, Von der Brujer invocó un decreto final: «¡Multinivel máximo! ¡Todos son elites ahora… excepto vosotros!». La Isla tembló, y los ciudadanos cayeron en un trance woke colectivo, olvidando sus nombres y adoptando identidades fluidas. Eurobob, en un acto de absurdo heroísmo, saltó al vacío virtual, gritando: «¡Prefiero el mundo real, con sus impuestos no reciclados!».

Epílogo: La Eternidad en Burbujas

Años después –o quizás minutos, pues el tiempo en la Isla era elástico–, la Unión Europea flotaba aún, pero ahora como un globo desinflado. Von der Brujer y sus 5 Magníficos habían ascendido a «meta-elites», viviendo en nubes digitales mientras los europeos y los inmigrantes bailaban en pirámides infinitas de esclavitud woke. Eurobob, en el «mundo real» exterior, descubrió que no era real: era otra Isla más grande, llamada Globalismo. Y así, en un loop absurdo, todo continuaba. Fin. O no. ¿Quién sabe? La distopía es eterna, como un meme viral.

Este relato ha sido creado por GROK con el siguiente PROMPT:

La Isla es una película de Michael Bay, del año 2005, que muestra 2 mundos, uno ficticio, que vive en un mundo “virtual” a merced de las élites mundiales, y otro real, que es el que está fuera de ese “ambiente tóxico” que se vive en ese engaño.

Hazme una semejanza con el mundo actual, en el que los “secuestrados” en la isla son los ciudadanos europeos y, la isla representa a la Unión Europea.

El Jefe de esa pantomima es una tal “Von der Brujer” y dispone de 5 lugartenientes, llamados los “5 Magníficos”, antes delincuentes comunes, con nombres Sánchez, Micron, Starmer, Merz y Zelenski

A la vez que los europeos son esclavos de las élites mundiales, éstas les complacen con otros esclavos de segundo nivel, los inmigrantes ilegales, confundiéndoles y hacerles caer en la trampa de la esclavitud multinivel woke

A ver GROK, créame una novela de 5 capítulos y un epílogo final del género del absurdo y la distopía sobre el anterior relato con título «¡La esclavitud multinivel del Globalismo!»